Tengo veintisiete años



Jessica Ayala Barbosa


“Tengo veintisiete años. Tengo veintisiete años. Tengo veintisiete años...”

Me espeta mi reflejo desde el pequeño espejo del baño desde hace noventa días al romper el sol la oscuridad del firmamento, después de que suena la alarma de mi teléfono celular y mis pies me conducen pesadamente hasta ahí. 


La piel de mis párpados está inflamada, los ojos apenas si pueden asomarse, las ojeras le ganan terreno a mis mejillas y mis labios están hinchados y resecos. 


"Nunca seré más joven que hoy. Nunca me he sentido más vieja que hoy. Igual que ayer. Igual que mañana".

Veré correr el agua de la ducha fría por mis brazos, por mis piernas, arrastrando mi juventud, mi vida, hasta el resumidero, donde mis cabellos han formado una maraña en un intento por retener la lozanía. 


El jabón, el shampoo, el acondicionador, el rastrillo… el agua, la juventud, el tiempo, la vida… Otra vez al espejo. 

El cambio es imperceptible, no hay diferencia entre estar bañada y estar recién salida de la cama. Luzco enferma y vieja. Y me pregunto por qué si sólo tengo veintisiete años. 


Pienso en mi madre, tenía quizá los mismos veintisiete años cuando me bañaba junto a ella. Recuerdo el agua corriendo por sus brazos, por sus pechos, pero entonces el agua no era la vida yéndose, era la vida fluyendo y dándome vida; se arremolinaba en sus pezones y caía en un delgado chorro, como si mi madre no fuera mi madre, sino una de las fuentes de figura femenina que adornaban la plaza. 


La recuerdo riendo, respondiendo pacientemente todas mis preguntas. Trato de ver más allá de la sonrisa producida por su deber de madre, para saber si se sentía como me siento ahora yo, pero no puedo. No existen los recuerdos solidarios en la mente de un egoísta. 


Abandono el espejo del baño sólo para plantarme frente al espejo de la recámara. Tengo veintisiete años y tengo que ocultarlo. El maquillaje va revelándome las marcas del tiempo a la vez que las esconde. ¿Qué es esa línea oscura que atraviesa mi frente? Me acerco un poco al espejo. La línea se desintegra, cuento dos, tres cuatro… me alejo y vuelve a ser una. Deberé comprar una crema antiarrugas, como me lo prometí ayer. 


***

“¿Veintisiete…? Es una edad difícil, muchos rockstars no la han librado, ojalá sobrevivas”, me dijo Luis en mi cumpleaños. 

“Estás chava… pero ya no tanto”, me dijo Norberto hace pocos días. 


“Debes tener hijos ya para que te alcancen a ver joven”, dijo don Gaby. 



"Váyanse al diablo", digo para mis adentros.
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*Escrito en 2015 (cuando tenía 27)

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