NUEVO ORDEN, EL DISCURSO CINEMATOGRÁFICO DE MICHEL FRANCO NO DISTINGUE ENTRE JUSTICIA Y RESENTIMIENTO SOCIAL


Es difícil hablar de la película Nuevo orden de Michel Franco sin mencionar la polémica suscitada antes de su estreno. Considero valiosas las interpretaciones y críticas desde diversas perspectivas, como el antirracismo, para ampliar el diálogo.

Imposible desligar los elementos que emplea Franco en su cinta de la realidad política del país y del mundo, pues fueron su inspiración. El problema es que se vale de prejuicios de clase para contextualizar el conflicto y eso hace que el análisis social del realizador se quede corto, por decir lo menos, y parezca sesgado. 

Nuevo orden plantea un distópico 2021 en que las protestas por la pobreza en México han escalado a tal grado que, no sólo se convierten en disturbios de extrema violencia con saldos mortales, sino que también dan origen a ataques organizados contra la clase privilegiada.

Nadie se salva, la situación afecta a ricos y a pobres. En las primeras escenas vemos cómo la esposa de don Rolando (Eligio Meléndez), internada en el IMSS por un problema delicado de salud, es desalojada del hospital para atender a los heridos de las manifestaciones.

En la misma ciudad, pero en una zona donde la alteración de la paz sólo representa un ligero contratiempo, se celebra la boda de Marian Novello (Naian González Norvind) y Alan (Darío Yazbek Bernal).

Los regalos que reciben los novios no llevan caja ni moño ni se adquieren en una mesa departamental cualquiera, van en discretos sobres que deben guardarse de inmediato en una caja fuerte y no pueden verse como simples manifestaciones de afecto y buenos deseos, llevan un sello bien conocido entre la gente influyente: el de intercambio de favores.

Las historias de don Rolando y los asistentes de la boda se unen cuando éste decide presentarse en la fiesta para pedirle a sus expatrones, los padres de Marian, una fuerte suma de dinero para poder pagar la operación urgente que requiere su esposa en un hospital privado.

La familia se coopera y en minutos reúne menos del 20 por ciento del monto, con lo que buscan que desaparezca de la fiesta y los deje celebrar en paz. Es Marian la única que empatiza con el hombre y tras intentar sin éxito completar la cantidad con sus regalos de boda, decide escaparse para pagar la operación. 

El estallido de la violencia tiene lugar justo en ese momento. Mientras Marian se dirige junto a Cristian (Fernando Cuautle) a casa de don Rolando, una turba de manifestantes morenos y bajitos entra a su casa a saquear y masacrar sin piedad a los indefensos asistentes de la boda. A ella le espera otro tipo de calvario.

La gravedad de la situación será controlada por el Ejército, institución violenta y corrupta que se encargará de instaurar un nuevo orden con esas mismas características.

Para mí, la representación de esta corporación es la mejor abordada, aunque siento exagerada -o tal vez eso espero- la advertencia con que viene acompañada.

En una entrevista para El Universal, Franco aseguró que no hace películas para transmitir mensajes, no obstante, Nuevo orden está plagada de posturas que, con intención o sin ella, conforman un discurso que, además de reforzar prejuicios racistas y clasistas, alimenta las fobias de gente como la que integra Frena y del conservadurismo mexicano en general.

No creo que sean casualidad, por ejemplo, esas pintas que se muestran en las escenas de la ciudad destruida: “Somos 60 millones de pobres”. ¿No es esa la cantidad de ciudadanos que presumía AMLO que votó por él?

Para mí, la película trivializa, demerita, devalúa, criminaliza la protesta al presentar el anhelo de justicia social como un resentimiento social que envalentona a las personas para cometer las peores vilezas.

Pero no sólo critica la sublevación de los pobres, sino también las exigencias de las mujeres, pues tampoco creo que sea ingenuo el uso del color verde, que coincide con las manifestaciones feministas.

Según ha contado el director, hace seis años tuvo la idea de contar la historia del día en que un país estalla por el descontento social. Comenzó a escribir el guion y lo terminó hace tres. El rodaje concluyó en mayo de 2019.

Y que a la luz de movimientos como Black Lives Matters, los chalecos amarillos y las protestas chilenas, su película le parece indispensable. Lo curioso es que entre tantos temas internacionales y nacionales relevantes por las manifestaciones que han originado, Franco eligió el de la pobreza, una general, sin detonantes claros, no es el precio de la gasolina, el desempleo, la escasez de alimentos, sino la pobreza a secas, una que, por cierto, llevamos décadas padeciendo.

Además, llama la atención que la temática tampoco es del todo compatible con el tiempo en que surgió la premisa, recordemos que en 2014 el descontento social que derivó en algunas manifestaciones era principalmente por la violencia y la corrupción del sexenio de EPN.

Recomendable porque cancelar una obra sólo la convierte en tabú cuando lo necesario es abrir todas las conversaciones necesarias para transformar nuestra realidad en algo mejor.

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En cartelera nacional

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